miércoles, 27 de mayo de 2009

margaret thacher






Mr. Hughes

There is no doubt that the Prime Minister, in many ways, has achieved substantial success. There is one statistic, however, that I understand is not challenged, and that is that, during her 11 years as Prime Minister, the gap between the richest 10 per cent. and the poorest 10 per cent. in this country has widened substantially. At the end of her chapter of British politics, how can she say that she can justify the fact that many people in a constituency such as mine are relatively much poorer, much less well housed and much less well provided for than they were in 1979? Surely she accepts that that is not a record that she or any Prime Minister can be proud of.


The Prime Minister


People on all levels of income are better off than they were in 1979. The hon. Gentleman is saying that he would rather that the poor were poorer, provided that the rich were less rich. That way one will never create the wealth for better social services, as we have. What a policy. Yes, he would rather have the poor poorer, provided that the rich were less rich. That is the Liberal policy.

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Mr. Sillars

The Prime Minister is aware that I detest every single one of her domestic policies, and I have never hidden that fact. [Interruption.]


The Prime Minister


I think that the hon. Gentleman knows that I have the same contempt for his socialist policies as the people of east Europe, who have experienced them, have for theirs. I think that I must have hit the right nail on the head when I pointed out that the logic of those policies is that they would rather the poor were poorer. Once they start to talk about the gap, they would rather that the gap were that—[indicating[—down here, not this—[indicating[—but—[indicating.] So long as the gap is smaller, they would rather have the poor poorer. One does not create wealth and opportunity that way. One does not create a property-owning democracy that way.





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Otros discursos:

http://www.margaretthatcher.org/speeches/displaydocument.asp?docid=108256

domingo, 24 de mayo de 2009

la reina victoria de españa

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* La reina Victoria con el collar de esmeraldas colombianas que le donó la emperatiz Eugenia y que formaba parte de la corona de Fontenay, y con la tiara de la flor de Lys que le regaló el rey el día de su boda. Piezas de valor incalculable, mientras el pueblo que regía, y del cual nunca aprendió su idioma, vivía en la miseria y la incultura más medieval.

Victoria (por su abuela materna, la emperatriz Victoria de reino unido) Eugenia (por su madrina, la española Eugenia de Montijo, emperatiz de los franceses) Julia (por su abuela paterna, despreciada por ser una condesa de baja estirpe, lo que conllevó la calificación de morganático a su matrimonio con Enrique de Battenberg, que tuvo que renunciar a los títulos de su padre) Ena, nombre gaélico de las tierras escocesas, donde nació, y por el cual se la conocería en la familia.

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**Su abuela victoria.



Nunca se adaptó a españa. Detestaba las corridas de toros, y el ambiente nacional en general, lo que conociendo el país de aquellos tiempos no deja de hablar bien de ella, que provenía del esplendoroso Londres victoriano, siendo la nieta favorita de la reina Victoria. Su madre, como hija menor, consagró su vida a cuidar de su abuela, por lo que ella pasó su infancia en compañía constante de la reina.
Sin embargo, su padre era hijo de una condesa, por lo que bajo la estricta etiqueta victoriana sus padres, ella y su
s hermanos siempre estaban relegados a un segundo lugar tras sus primos.
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***Su padre, enrique de battenberg.




Fue reina de España, consciente de su posición familiar y orgullosa de ello. Aunque la reina madre Maria Cristina no la quería por considerar poco brillante la ascendencia de su padre, ella se hacía valer, al fin y al cabo era nieta de la soberana más importante de la tierra, y sus tíos y primos hermanos gobernaban desde rusia, dinamarca, suecia, inglaterra...
Tuvo una mala relación con su suegra, que estuvo a punto de estallar durante la primera guerra mundial. Ma
ria Cristina, Aubsburgo, era germanófila a más no poder, mientras que Victoria era probritánica. En palacio se celebraban las victorias de ambos bandos.

Para lo bueno, y para lo malo sabía quién era. Fue llamada "l
a pava real" por su amor al lujo y las joyas, con las que se consolaba de las infidelidades de su esposo.

Se cuenta que se tramó una conspiración para sustituirla
por la amante del rey, Carmen Ruiz de Moragas, noble española cuya personalidad casaba mejor con el carácter folclórico del monarca. Victoria llamó a su presencia al cabecilla, el duque de Léjara, y le expuso a bocajarro todo cuanto sabía. El duque se puso lívido, y la reina sólo sentenció: "yo no puedo castigarte, pero Dios te castigará". El duque cayó al suelo fulminado, y lo sacaron de la estancia con los pies por delante.

Expulsada de España junto a su esposo por el advenimiento de la República, sólo regresó durante el régimen fascista del general franco, para ejercer como madrina de su bisnieto, el principe Felipe. Fue recibida en loor de multitudes en el aeropuerto de Madrid, y hospedada en el palacio de Líria por una jovencísima cayetana fitz-james stuart, duquesa de alba.
Cayetana cuenta que la reina se reunió tras el bautizo a solas con el dictador. En el viaje de regreso en el coche que compartían, la reina le contó a la duquesa de alba que había conseguido hacerle prometer a franco que ese niño sería algún día rey de España.
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**** Foto del bautizo del príncipe Felipe. En la foto la reina victoria sostiene al príncipe en compañía de su hijo menor don Juan, que jamás reinó. Al fondo, el dictador, en compañía de la reina Federica de Grecia, junto a su hija, la futura reina Sofía y las infantas, todos en feliz armonía.

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martes, 19 de mayo de 2009

MARIO orlando hardy hamlet brenno BENEDETTI farrugia





Noción de patria

Cuando resido en este país que no sueña
cuando vivo en esta ciudad sin párpados
donde sin embargo mi mujer me entiende
y ha quedado mi infancia y envejecen mis padres
y llamo a mis amigos de vereda a vereda
y puedo ver los árboles desde mi ventana
olvidados y torpes a las tres de la tarde
siento que algo me cerca y me oprime
como si una sombra espesa y decisiva
descendiera sobre mí y sobre nosotros
para encubrir a ese alguien que siempre afloja
el viejo detonador de la esperanza.

Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas
que se ha vuelto egoísta de puro generosa
que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado
pienso que al fin ha llegado el momento
de decir adiós a algunas presunciones
de alejarse tal vez y hablar otros idiomas
donde la indiferencia sea una palabra obsena.

Confieso que otras veces me he escapado.
Diré ante todo que me asomé al Arno
que hallé en las librerías de Charing Cross
cierto Byron firmado por el vicario Bull
en una navidad de hace setenta años.
Desfilé entre los borrachos de Bowery
y entre los Brueghel de la Pinacoteca
comprobé cómo puede trastornarse
el equipo sonoro del Chateau de Langeais
explicando medallas e incensarios
cuando en verdad había sólo armaduras.

Sudé en Dakar por solidaridad
vi turbas galopando hasta la Monna Lisa
y huyendo sin mirar a Botticelli
vi curas madrileños abordando a rameras
y en casa de Rembrandt turistas de Dallas
que preguntaban por el comedor
suecos amontonados en dos metros de sol
y en Copenhague la embajada rusa
y la embajada norteamericana
separadas por un lindo cementerio.

Vi el cadáver de Lídice cubierto por la nieve
y el carnaval de Río cubierto por la samba
y en Tuskegee el rabioso optimismo de los negros
probé en Santiago el caldillo de congrio
y recibí el Año Nuevo en Times Square
sacándome cornetas del oído.

Vi a Ingrid Bergman correr por la Rue Blanche
y salvando las obvias diferencias
vi a Adenauer entre débiles aplausos vieneses
vi a Kruschev saliendo de Pennsylvania Station
y salvando otra vez las diferencias
vi un toro de pacífico abolengo
que no quería matar a su torero.
Vi a Henry Miller lejos de sus trópicos
con una insolación mediterránea
y me saqué una foto en casa de Jan Neruda
dormí escuchando a Wagner en Florencia
y oyendo a un suizo entre Ginebra y Tarascón
vi a gordas y humildes artesanas de Pomaire
y a tres monjitas jóvenes en el Carnegie Hall
marcando el jazz con negros zapatones
vi a las mujeres más lindas del planeta
caminando sin mí por la Vía Nazionale.

Miré
admiré
traté de comprender
creo que en buena parte he comprendido
y es estupendo
todo es estupendo
sólo allá lejos puede uno saberlo
y es una linda vacación
es un rapto de imágenes
es un alegre diccionario
es una fácil recorrida
es un alivio.

Pero ahora no me quedan más excusas
porque se vuelve aquí
siempre se vuelve.
La nostalgia se escurre de los libros
se introduce debajo de la piel
y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña
de pronto se convierte en el único sitio
donde el aire es mi aire
y la culpa es mi culpa
y en mi cama hay un pozo que es mi pozo
y cuando extiendo el brazo estoy seguro
de la pared que toco o del vacío
y cuando miro el cielo
veo acá mis nubes y allí mi Cruz del Sur
mi alrededor son los ojos de todos
y no me siento al margen
ahora ya sé que no me siento al margen.

Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto.