jueves, 16 de diciembre de 2010

enrique IV

Enrique IV, rey de Francia y de Navarra, conocido como "el viejo verde" o "el bien amado", podrá reunir de nuevo todos sus restos en un mismo lugar.

El rey de la famosa frase : "París bien vale una misa", con la que abjuró de su fe protestante y se convirtió al catolicismo para poder acceder al trono francés, tuvo que enfrentarse a ciertos elementos radicales que no creían en su sincera conversión y que ponían el grito en el cielo porque el desti
no de Francia y los católicos estuviesen en manos de un señor como él.Nació así una oposición que llegó a hablar de la legitimidad del regicidio, cuando el monarca era nefasto para la nación. Enrique, tuvo que enfrentarse a algún intento de asesinato. y cuando partía a la guerra contra las naciones católicas, Ravaillac, un iluminado que se creía elegido por Dios para impedirlo, se coló en su carroza y logró apuñalarle. El rey alcanzó a decir: "no es nada, no es nada..." pero al poco tiempo moría desangrado.




Dejaba como regente a María de Médici, durante la minoría de su hijo Luis XIII. Su matrimonio con ella fue acordado por los créditos pendientes con los Médicis y una sonora dote. Por ello, la reina sería apodada como "La Gran Banquera". (L
os Médicis, gobernantes de una república italiana, siempre bregaron por asociarse con las monarquías). El matrimonio no fue del todo bien, porque a la reina no le gustaba que su marido pusiera límite a su gusto por los fastos, además de imponerle la presencia de sus numerosas amantes (de ahí los sobrenombres del rey). Por sus propios intereses, el rey lo había retrasado, pero María había tuvo la suerte de ser consagrada en Saint Denis como reina de Francia justo el día antes de la muerte de su marido, lo que le allanó el camino del poder, que por otro lado, ella tanto deseaba.
La colección de cuadros encargados a Rubens, donde se narra la vida de la reina, y que hoy se pueden ver en el Louvre, dan ejemplo de su carácter especial. Sólo diré que se la puede ver en el papel de Minerva, o siendo instruida por las
mismísimas musas. Su sentimiento católico, ella era italiana, hizo que su política fuese de alianza con España (casó a su hijo con una infanta española, al tiempo que una princesa francesa partía para casarse con el rey de España). Ella sería también la responsable del ascenso de Richelieu, pero al descubrir el poder que tomaba su protegido, intentó deshacerse de él, pero para entonces el ministro era ya demasiado poderoso sobre Luis XIII y salió indemne de las intrigas de la reina madre. No olvidemos, que ella y su hijo tuvieron además una difícil relación. Entre ambos sucedieron las llamadas dos guerras "Madre-hijo".
Ella, tan amante de la grandeza, terminaría sus días exiliada y en muy pobres condiciones, refugiada en casa del propio Rubens.

Los restos de su marido permanecerían reposadamente
en la basílica de Saint Denís, al norte de París, y donde reposan la mayoría de los reyes franceses, hasta que vino la Revolución.
En un momento de gran afán destructivo de la religión y la realeza, todos los cuerpos reales fueron exhumados, y sus restos profanados, (cortándoles la cabeza, etc...) y enterrados de nuevo en fosas comunes.
El del rey Enrique IV estaba sorprendentemente bien conservado, por lo que antes de decapitarlo, fue expuesto en la entrada de la basílica para que el pueblo pudiera verlo. Luego su cabeza se perdió. Hasta ahora, que ha salido de nuevo a la luz pública desde la biblioteca de un jubilado. No me pregunten qué hacía allí. Por si era poco rocambolesca la historia, ahora, rápidamente, Luís Alfonso de Borbón Martínez Bordiú, participa en la rueda de prensa como el nuevo dueño de la cabeza. Otro con grandes sueños de grandeza. Háblale mal a un francés de su República y sus principios. Aquí en París, en la materia de historia que he dado, la profesora se limitó a nombrar un día las dos ramas que pretendían todavía al trono, y lo hizo de bastante pasada, sin pronunciar su nombre, y afirmando que era "un español" con un gesto como para que comprendiéramos que bien podía ser un señor que pasaba por allí....

http://www.bmj.com/content/341/bmj.c6805.full

The autopsy report of King Henri IV, published in the complete works of the surgeon Guillemeau (1549-1613),4 showed that the brain was not examined. Such an examination was not systematically performed when the cause of death was known (which for Henri IV was two knife wounds made in the thorax by Ravaillac).2 Another practitioner, Pigray (1532-1613), was in charge of the embalming process,5 and he took into account the king’s wish to be embalmed “in the style of the Italians.” This form of embalming minimises the mutilating aspect of the embalming procedure by not opening the skull—the brain and all internal structures remain in the skull (no vault sawing, no evacuating trepanation, no ethmoidal perforation). Computed tomography of the head confirmed that no sign of skull base or vault trauma (except for the old maxilla lesion), sawing, or opening of the cerebral cavity was present.

A circumferential band of black pigment was seen on the skin at the base of the neck. Using Raman spectroscopy, it was identified as ivory black, a variety of amorphous carbon. This charcoal, obtained by anaerobic calcination of animal bones, corresponds to that deposited by the surgeon Pigray on the surface of the cadaver to absorb decomposition fluids and putrefactive gases5; the precise upper limit of the cervical deposit may be explained by the head being protected by strips of cloth so that it was not blackened during the process.

We found many unidentifiable vegetal deposits in the mouth, which were, among other things, used to mask unpleasant odours that emanated from the oral cavity.6 Mercury was sometimes used when the skull was left intact. It was usually deposited as cinnabar salts within the nostrils, which were tightly packed with segments of textile.6 In this case, no trace of mercury was found in samples from the nostrils or the nasal cavity.



















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