Del Congreso de París saldría el conocido como Tratado de París de 1856, texto que consagraba a Napoleón III como el "árbitro de Europa" y ponía fin a la Guerra de Crimea.
Junto con ese texto, y el proceso de Unificación Italiana, Carlos Luis Bonaparte, ponía un broche de oro con cierto sabor a venganza en nombre de su tío, el Gran Napoleón.
Establecido el Segundo Imperio, en su fase más exitosa en relaciones exteriores, Napoleón III había logrado doblegar, por un lado, al Imperio ruso con el Tratado de París, y con las batallas de Magenta y Solferino al austríaco. Dos bestias negras de Napoleón, mordían el polvo. El espíritu del Congreso de Viena se desintegraba, y la hegemonía de Rusia y Austria se esfumaban a favor de las ventajas fruto del desarrollo industrial, que apuntaban al liderazgo de Inglaterra y Francia.
Junto con ese texto, y el proceso de Unificación Italiana, Carlos Luis Bonaparte, ponía un broche de oro con cierto sabor a venganza en nombre de su tío, el Gran Napoleón.
Establecido el Segundo Imperio, en su fase más exitosa en relaciones exteriores, Napoleón III había logrado doblegar, por un lado, al Imperio ruso con el Tratado de París, y con las batallas de Magenta y Solferino al austríaco. Dos bestias negras de Napoleón, mordían el polvo. El espíritu del Congreso de Viena se desintegraba, y la hegemonía de Rusia y Austria se esfumaban a favor de las ventajas fruto del desarrollo industrial, que apuntaban al liderazgo de Inglaterra y Francia.
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