Arranca de nuevo el curso, y aparecen todas esas intenciones buenas típicas de un momento así. Intentas creer que esta vez conseguirás llevarlas a cabo, y te matriculas de bastantes más asignaturas de las que aprobaste el año pasado, con fe en que este curso te esforzarás más y todo saldrá bien.
Esta primera semana empiezo a entrar en contacto con mi nuevo horario, y compruebo que me equivoqué en un par de grupos. Tengo hasta el día 15 de octubre para gestionar cambios de grupo en la matrícula, y como esta es la primera semana y la facultad está abarrotada de estudiantes todavía (muchos van perdiendo fuelle según pasan los días), y los alumnos de los primeros cursos colapsan la secretaría he pensado esperarme un poco para no perder allí una mañana.
Pero entonces empiezan a llegarte historias de compañeros que sí que han pasado por secretaría ya. Allí te atienden principalmente mujeres, pero de una raza extraordinaria: son funcionarias. No tengo quejas por lo general, pero hay un caso concreto de una chica que como trabajadora del Estado no tiene precio. Todo el que le toca sale escaldado, principalmente porque es maleducada, grosera, impertinente y arrogante. He tenido algún conflicto con ella en el pasado, y es bastante famosa entre los estudiantes por las broncas que suele generar. Esta primera semana debe andar estresada con tanto trabajo, y ya me han contado algunas de sus nuevas hazañas con estudiantes novatos.
Me gustaría recordar a todos los funcionarios desde aquí, no ya que son trabajadores al servicio de la gente y todo eso... sino algo más elemental: que tengan paciencia y que traten con corrección a la gente. ¡Sean educados por favor! Gracias!
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