Sin duda hemos de remontarnos al año 1314 para inicar la crónica de uno de los periodos más oscuros de la historia de Francia: en ese mismo año Jaques de Molay, gran maestre de los templarios, fue condenado a morir en la hoguera; las esposas de los tres hijos de Felipe el Hermoso, convictas de adulterio, fueron enviadas a prisión.
Aún no había acabado el año cuando, conforme a lo predicho por el gran maestre en la hoguera, murió prematuramente Felipe el Hermoso. Es verdad que los acontecimientos de ese año 1314 tuvieron menos consecuencias que la desaparición, en 1328, del último de los tres hijos de Felipe el Hermoso, que fueron coronados uno tras otro.
Pero París es una placa sensible en la que el drama y el escándalo dejan profundas huellas. El extremo occidental de la Cité, donde se alzó la pira donde ardió el gran maestre, y la torre de Nesle, que encubrió los devaneos amorosos de las reinas, forman, con el Louvre, el triángulo fluvial que está en el centro del paisaje parisiense. La torre de Nesle, desapareció en la segunda mitad del siglo XVII, sin que se disipara el recuerdo de los crímenes que se habían cometido allí: se acusaba a las reinas de haber arrojado al Sena a su amante, después de haberse servido de él. "De la misma manera (decidme) ¿dónde está la reina/que ordenó que Buridán/fuera lanzado al Sena dentro de un saco?", escribía François Villon en su balada las damas de antaño, siglo y medio después de los hechos o de su tergiversación.
En 1328 heredó la corona Felipe, de la rama segundona de los Valois, quien subiría al trono con el nombre de Felipe VI. Eduardo III, rey de Inglaterra, y Carlos el Malo, rey de Navarra, que podían pretender a ella, se contentaron inicialmente con negociar su renuncia. En 1329 el rey de Inglaterra aceptó presar homenaje a Felipe VI por la Guyena. Pero la situación se enrareció por otro de los dominios pretendidos por Eduardo III en el continente, el Artois.
El condado de Artois, creado por San Luis para su hermano Roberto, había sido transferido por Felipe IV el Hermoso a Mahaut o Matilde, hija de Roberto II y tía del heredero legítimo del condado, Roberto III de Artois. Éste intentó recuperarlo, pero adujo una serie de títulos falsos que le valieron ser perseguido por un crimen de lesa majestad y condenado al destierro. Roberto III se refugió en Londres, donde fue acogido como una víctima inocente de Felipe VI y convenció al rey de Inglaterra de reivindicar la Corona de Francia mediante las armas. Las derrotas de Felipe VI en Crécy y de Juan II el Bueno en Poitiers, nos dan la imagen de los primeros Valois, batalladores, valerosos (el adjetivo bueno alude a la valentía), amigos de los fastos, pródigos y carentes de sentido político.
Aún no había acabado el año cuando, conforme a lo predicho por el gran maestre en la hoguera, murió prematuramente Felipe el Hermoso. Es verdad que los acontecimientos de ese año 1314 tuvieron menos consecuencias que la desaparición, en 1328, del último de los tres hijos de Felipe el Hermoso, que fueron coronados uno tras otro.
Pero París es una placa sensible en la que el drama y el escándalo dejan profundas huellas. El extremo occidental de la Cité, donde se alzó la pira donde ardió el gran maestre, y la torre de Nesle, que encubrió los devaneos amorosos de las reinas, forman, con el Louvre, el triángulo fluvial que está en el centro del paisaje parisiense. La torre de Nesle, desapareció en la segunda mitad del siglo XVII, sin que se disipara el recuerdo de los crímenes que se habían cometido allí: se acusaba a las reinas de haber arrojado al Sena a su amante, después de haberse servido de él. "De la misma manera (decidme) ¿dónde está la reina/que ordenó que Buridán/fuera lanzado al Sena dentro de un saco?", escribía François Villon en su balada las damas de antaño, siglo y medio después de los hechos o de su tergiversación.
En 1328 heredó la corona Felipe, de la rama segundona de los Valois, quien subiría al trono con el nombre de Felipe VI. Eduardo III, rey de Inglaterra, y Carlos el Malo, rey de Navarra, que podían pretender a ella, se contentaron inicialmente con negociar su renuncia. En 1329 el rey de Inglaterra aceptó presar homenaje a Felipe VI por la Guyena. Pero la situación se enrareció por otro de los dominios pretendidos por Eduardo III en el continente, el Artois.
El condado de Artois, creado por San Luis para su hermano Roberto, había sido transferido por Felipe IV el Hermoso a Mahaut o Matilde, hija de Roberto II y tía del heredero legítimo del condado, Roberto III de Artois. Éste intentó recuperarlo, pero adujo una serie de títulos falsos que le valieron ser perseguido por un crimen de lesa majestad y condenado al destierro. Roberto III se refugió en Londres, donde fue acogido como una víctima inocente de Felipe VI y convenció al rey de Inglaterra de reivindicar la Corona de Francia mediante las armas. Las derrotas de Felipe VI en Crécy y de Juan II el Bueno en Poitiers, nos dan la imagen de los primeros Valois, batalladores, valerosos (el adjetivo bueno alude a la valentía), amigos de los fastos, pródigos y carentes de sentido político.
Me sirvo de la entrada para recomendar la serie de "los reyes malditos", muy bien escrita y muy ilustrativa sobre este periodo de cambios convulsos en la historia de Francia.
Saludos!
Saludos!
*Imagen de los tres reyes malditos, que se sucedieron uno a otro en muy poco tiempo como reyes de Francia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario